Me leí lo del mercado

Ivan Andrade
2 min readFeb 1, 2024

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¿Qué habrá detrás de esa necesidad insaciable de comprar libros? No solo de leerlos: de comprarlos. A veces uno se propone no comprar más, pero aparece una promoción, o publican una novedad interesante, o alguien recomienda algo y todo vuelve a empezar. Se acumulan, se sobreponen, se esparcen, van ocupando cada vez más espacio de la casa, pero uno no puede parar.

En el fondo está la esperanza de poder leerlo todo, de que a cada libro le llegará su momento. También la angustia de no adquirir un libro y luego, cuando uno lo quiera leer, no pueda encontrarlo. Tal vez sea, como dijo Warren Zevon, que nos encanta comprar libros porque creemos que también estamos comprando el tiempo para leerlos. Claramente, la vida no va alcanzar para leer todo lo que uno quiere leer (el tiempo que se pierde trabajando, por Dios); aún así, hay que seguir intentándolo.

Escribió Walter Benjamin que Anatole France tenía una respuesta “reservada y dispuesta para cuando algún individuo corto de miras, tras admirar su biblioteca, le soltase finalmente la pregunta inevitable: «¿Y usted ha leído todo eso, señor France?» «No, ni la décima parte. ¿O es que tal vez usted cenaría todos los días con su vajilla de Sèvres?»”

Al final no importa si son muchos (no es lo que uno piensa en un trasteo, pero eso es un problema para mi yo del futuro), si no se han leído todos. Una casa llena de libros es un hermoso refugio. Una fuente de posibilidades. Un lujo del alma.

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